Las formas de silenciar la violencia machista son tan sutiles que incluso son imperceptibles. Ana Orantes consiguió avergonzar a toda España por su indiferencia, hipocresía y silencio en torno a la violencia ejercida por los hombres hacia la mujer. Y lo logró, entre otras cosas, porque desgraciadamente aquel al que denunció ante las cámaras de televisión por hacer de su vida un auténtico calvario la mató con una crueldad y una frialdad atávica once días después. Pero también porque comunicó con serenidad, con muchísima dignidad, sin revanchismo, sin cálculo ni premeditación, pero con un valor que sobrecoge aún hoy una vida mortificada por palizas, humillaciones, desprecio y culpabilizaciones. Justo se han cumplido 25 años de su asesinato el pasado 17 de diciembre
Ana Orantes fue y sigue siendo, pese a que desde entonces y a día de hoy 1.188 mujeres más han sido asesinadas, la única imagen que permanece en la retina colectiva española de lo que se ha llamado -algunos se atreven a cuestionarlo incluso- la lucha contra la violencia de género.
Su caso fue decisivo, porque, además, demostró el poder de la comunicación para movilizar a la sociedad y de paso evidenció el mutismo informativo en torno a la violencia machista. Ana Orantes dejó tiritando todo el entramado institucional, judicial y social y, por supuesto, el poder mediático español.

Comunicadoras Granada, les recuerdo; asociación constituida en 2018 por comunicadoras, periodistas y fotoperiodistas granadinas, ha realizado un estudio sobre la repercusión de la violencia machista del 1 de enero hasta el 31 de octubre de 2022 en los dos medios de prensa escrita existentes en la provincia de Granada y el resultado, no por falta de información, sino por “su auténtica frialdad y distanciamiento” no pudo ser más anodino y desalentador.
Aquí puedes leer el estudio al completo.
Tras analizar uno a uno los 35 asesinatos de mujeres perpetrados a manos de sus parejas o exparejas hasta el 31 de octubre todo se reducía a datos, números y estadísticas. Solo a modo de recordatorio: Ideal informó de 25 de los 35, dedicando una media de 21,08 módulos a cada tragedia, el 42 por ciento de una página, si bien dos de estos asesinatos al producirse en Granada ocuparon 244 de los 527 módulos totales. Granada Hoy, por su parte, dio cuenta de 31 de las 35 vidas de mujeres que dejaron de existir por la vileza machista, con una media de 29,30 módulos por cada una de sus tragedias, el 58,6 por ciento de una página de periódico.
Las informaciones relativas a la violencia machista se reducían al suceso
Nada se me ocurrió decir entonces, no había nada que aportar, todo era vacío, pura frialdad informativa. Ante lo cual más que analizar el resultado había que pensar en las ausencias. Las informaciones relativas a la violencia machista se reducían al suceso. Se informa desde la tragedia ya consumada. Y solo con cabida para las iniciales de las víctimas, edad, y lugar del asesinato, y otro tanto, en el caso, de su verdugo. Y ya está.

Del modus operandi, solo se lleva a relucir cuando la crueldad ralla el paroxismo macabro. Nada de lo ocurrido antes del feminicidio, ni de lo que sucede tiene interés para los medios de comunicación. Desalienta tanta equidistancia. A modo de advertencia, la periodista argentina Leila Guerreiro en su libro “Zona de obras” subraya “que en la escritura periodística la estética es una moral”. Y en este caso la moral de los medios de comunicación, desgraciadamente, pasa como bien decía recientemente Xabier Vidal-Folch “por una sensibilización superficial”.
La violencia machista deja indiferente
Hoy 25 años después del asesinato de Ana Orantes y de otras 1.185 mujeres más, la violencia de género, violencia machista, feminicidio o, incluso llamémosla terrorismo, no solo no conmueve, sino lo que es peor, deja indiferente a la mayoría de la sociedad.
Guerreiro, cronista defensora “del valor creativo de las informaciones”, advierte que la estética del leguaje periodístico, desabrido, donde abundan los espacios comunes y las palabras sobreactuadas, vacías, “que no solo no conmueven sino que tranquilizan al lector”, tiene un resultado fatal para las mujeres asesinadas que ven como su realidad, una vida llena de temor ante el infierno que le espera de puertas para adentro, se “desactiva” con palabras que “funcionan como hectolitros de líquido anestésico”.
La violencia de género requiere de nuevas palabras, pero también de otra forma de mirar
La violencia de género requiere de nuevas palabras, pero también de otra forma de mirar, porque hoy en España los periodistas con sus informaciones contribuyen a que el asesinato de estas mujeres sea solo un dato, una estadística y un titular en negrita más.
Se renuncia a mirar, a estar presente ante esta realidad que aúlla desesperada y que no encuentra una narrativa periodística comprometida. La indiferencia es tal que algunas voces desesperadas recurren al símil, a la metáfora, a figuras retóricas capaces de generar conexiones mentales que clamen contra este mal social. Sin embargo, la violencia de género, como bien saben los medios de comunicación, requiere de un método de trabajo casi científico, que permita a través del conocimiento y análisis de los hechos entender las reglas que subyacen detrás de las miles de vidas de mujeres muertas a manos del hombre con el que un día mantuvieron una vida en común.
Necesita de periodistas que permanezcan presentes ante la realidad de estas mujeres, que estén y que quieran entender su realidad y la de sus verdugos Si no se hace, obviamente es porque no interesa a la raquítica estructura mediática española. El compromiso en la lucha contra la violencia machista no debe quedarse solo en hacer referencia al teléfono de marcación abreviada 016 de atención a las víctimas.
Exonerarán y exhortarán sus responsabilidades, pero no lograrán luchar contra el feminicidio. Si de verdad les escuece, les provoca tanta indignación, pongan un periodista al lado de esa mujer para que vea, sienta y entienda qué le lleva a marcar ese teléfono y, sobre todo, a qué se enfrenta después de colgar.
Acerca de la autora

Mª José Anguita Escolano
Alma mater del Podcast de Comunicadoras Granada. Aficionada a los maratones y a la música.
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